“Se crea a partir del barrio”
La obra que se reestrena hoy toma una historia real –el incendio de la carpa del payaso Fran Brown– para proponer una serie de ficciones sobre la historia argentina. “Catalinas Sur aprovecha la energía y las ganas de gente de todas las edades”, dice el director.
Vuelve Carpa quemada, espectáculo que el Grupo de Teatro Catalinas Sur estrenó en 2013, en el marco de sus treinta años de existencia. La obra forma parte de una trilogía vinculada con la memoria y con la identidad, que completan las célebres Venimos de muy lejos y El fulgor argentino. Unos 80 artistas recrean sucesos de los primeros cien años de historia argentina, a partir de un hecho real: el incendio de la carpa del payaso Fran Brown por parte de un grupo de niños bien. El humor, la música y el circo se unen para este repaso que, también, invita a pensar en ciertos patrones que aún rigen en el país. Las funciones son, a partir de hoy, los sábados, a las 22, en el Galpón de Catalinas, Benito Pérez Galdós 93, La Boca.
En 2015, Carpa quemada llega con algunos premios en su haber: el Trinidad Guevara a la dirección y a la creatividad en diseño de vestuario y el Teatro del Mundo en el rubro vestuario. Con este último galardón el grupo de La Boca fue distinguido también como trabajo destacado por su banda sonora, la iluminación, la dirección y el diseño de títeres. Se parte de aquel hecho real, el incendio de la carpa de Brown, para luego abordar, desde la ficción, hechos verdaderos de la historia argentina, desde una óptica, claro, muy alejada de la oficial. El asesinato de Moreno, el fusilamiento de Dorrego, el genocidio de pueblos originarios y la marginación del criollo son algunos de los ejes. “Nos interesan la memoria, la identidad y la celebración”, sostiene Adhemar Bianchi, fundador del grupo y director de la obra junto a Ximena, su hija.
–Este espectáculo fue estrenado en los treinta años del grupo. ¿Qué demuestra la experiencia de Catalinas, en relación con el teatro comunitario?
–Que siempre que se plantee con seriedad, la unión de un montón de gente, aunque venga del concepto amateur, da como resultado una energía y calidad que no tienen nada que envidiar a lo profesional. Obviamente, esa gente es organizada por directores y gente con oficio. En el ámbito profesional hay de todo, en el teatro comunitario también. Catalinas ha cuidado mucho la calidad, aprovechando la energía y las ganas de gente de todas las edades, desde niños hasta abuelos. Partiendo de la base del “nosotros” y no del “yo”, conjugando la creatividad y los saberes, se logra un espectáculo de calidad. Además, el público se ve reflejado: se ve en el escenario, ve vecinos diciéndole cosas que le llegan.
–¿Cómo llega Carpa quemada a la historia del grupo?
–Es una consecuencia lógica de los dos espectáculos anteriores, que cubrían determinados períodos de la historia y llegaban a un hipotético futuro. Nos dimos cuenta de que el siglo XIX era fundamental para entender la historia. Nos metimos con esta etapa y encontramos una cosa que es recurrente en nuestro país: la quema de alguna manifestación artística que no agrada a los sectores dominantes. Brown, famoso payaso inglés, quiso hacer en 1910 un espectáculo en homenaje al centenario, en Córdoba y Florida. Los chicos bien del Jockey Club y El Progreso lo vieron chabacano, y quemaron la carpa. Brown no era un anarquista, defendía a Mitre y a Sarmiento, pero ellos pensaban, seguramente, que la carpa se iba a llenar de negros. En nuestra obra, la mujer de Brown, Rosita, lidera todo el planteo de la historia revisionada. Recurrimos al clown. Por eso, todo esto se hace con humor, canto y una orquesta en vivo. Muchos de nuestros próceres quedan en paños menores: mostramos lo que está detrás de ellos. Volvemos al siglo XIX y quedan expuestas constancias que siguen existiendo, como la lucha entre lo popular y los niños bien, que hoy tiene otros nombres y siglas.
–¿Cuál fue el método de trabajo de la obra?
–Improvisamos a partir de elementos históricos. Jugamos con todos los episodios, jugamos con el Himno, parodiando muchas cosas: a algunos les parecerá una falta de respeto. Pero la historia viva es mucho más interesante que las estatuas... después de trabajar bastante tiempo con improvisaciones, nos sentamos a pensar la dramaturgia con Ricardo Talento y, durante un período, con Orlando Cajamarca. Le dimos forma al primer esquema de improvisaciones, que incluía escenas cronológicas ligadas a la historia. Luego volvimos a trabajar con elenco, se ajustó, se descartaron cosas y surgieron otras.
–¿Cómo se hace para dirigir a 80 artistas? Debe ser una locura... se ve complicado desde afuera.
–¡Después de treinta años ya estoy acostumbrado! En el primer espectáculo ya éramos 70. Funcionamos como las familias grandes. En los grupos chicos a veces hay líos y terminás llamando a un psicólogo. Acá, los melones se van acomodando en el carro. El mismo grupo crea sus reglas. Se ensaya durante mucho tiempo, dos veces por semana, la última semana todos los días. Lo lúdico también está en los ensayos. Son un lugar de encuentro y pertenencia, aprovechamos todo a favor del espectáculo. Llegan, se besan, hay que esperar media hora para que se saluden todos... eso implica un clima de trabajo que se usa a favor.
–La crítica hizo hincapié en la variedad de lenguajes de Carpa quemada. Lenguajes que hacen a un clima de fiesta, a veces para una alusión a acontecimientos álgidos.
–No creemos que haya que tener un estilo. Hay que utilizar los lenguajes necesarios para contar lo que queremos. No usamos actores para los próceres, trabajamos con títeres, ya que es difícil crear esos personajes en carne y hueso. Las canciones nos permiten síntesis conceptuales. Nos interesan la memoria, la identidad y la celebración. La fiesta popular. Por eso tenemos una carpa gastronómica, con parrilla: está en toda celebración en la Argentina o de nuestros ancestros, los tanos y los gallegos. Y otra cosa importante es crear el marco para que el espectador que quiera pasar a ser creador tenga esa posibilidad. A partir de la “superprofesionalización” ha quedado lejos algo que siempre estuvo, en los anarquistas, en las murgas y clubes. Por más que muchas veces en esos círculos imitaban, en alguna medida, la cultura dominante teatral del centro, eran los barrios los que se juntaban alrededor del teatro. Había teatros comunitarios en todos los lugares. Ahora no hay una imitación del centro: se crea a partir del barrio.
Vuelve Carpa quemada, espectáculo que el Grupo de Teatro Catalinas Sur estrenó en 2013, en el marco de sus treinta años de existencia. La obra forma parte de una trilogía vinculada con la memoria y con la identidad, que completan las célebres Venimos de muy lejos y El fulgor argentino. Unos 80 artistas recrean sucesos de los primeros cien años de historia argentina, a partir de un hecho real: el incendio de la carpa del payaso Fran Brown por parte de un grupo de niños bien. El humor, la música y el circo se unen para este repaso que, también, invita a pensar en ciertos patrones que aún rigen en el país. Las funciones son, a partir de hoy, los sábados, a las 22, en el Galpón de Catalinas, Benito Pérez Galdós 93, La Boca.
En 2015, Carpa quemada llega con algunos premios en su haber: el Trinidad Guevara a la dirección y a la creatividad en diseño de vestuario y el Teatro del Mundo en el rubro vestuario. Con este último galardón el grupo de La Boca fue distinguido también como trabajo destacado por su banda sonora, la iluminación, la dirección y el diseño de títeres. Se parte de aquel hecho real, el incendio de la carpa de Brown, para luego abordar, desde la ficción, hechos verdaderos de la historia argentina, desde una óptica, claro, muy alejada de la oficial. El asesinato de Moreno, el fusilamiento de Dorrego, el genocidio de pueblos originarios y la marginación del criollo son algunos de los ejes. “Nos interesan la memoria, la identidad y la celebración”, sostiene Adhemar Bianchi, fundador del grupo y director de la obra junto a Ximena, su hija.
–Este espectáculo fue estrenado en los treinta años del grupo. ¿Qué demuestra la experiencia de Catalinas, en relación con el teatro comunitario?
–Que siempre que se plantee con seriedad, la unión de un montón de gente, aunque venga del concepto amateur, da como resultado una energía y calidad que no tienen nada que envidiar a lo profesional. Obviamente, esa gente es organizada por directores y gente con oficio. En el ámbito profesional hay de todo, en el teatro comunitario también. Catalinas ha cuidado mucho la calidad, aprovechando la energía y las ganas de gente de todas las edades, desde niños hasta abuelos. Partiendo de la base del “nosotros” y no del “yo”, conjugando la creatividad y los saberes, se logra un espectáculo de calidad. Además, el público se ve reflejado: se ve en el escenario, ve vecinos diciéndole cosas que le llegan.
–¿Cómo llega Carpa quemada a la historia del grupo?
–Es una consecuencia lógica de los dos espectáculos anteriores, que cubrían determinados períodos de la historia y llegaban a un hipotético futuro. Nos dimos cuenta de que el siglo XIX era fundamental para entender la historia. Nos metimos con esta etapa y encontramos una cosa que es recurrente en nuestro país: la quema de alguna manifestación artística que no agrada a los sectores dominantes. Brown, famoso payaso inglés, quiso hacer en 1910 un espectáculo en homenaje al centenario, en Córdoba y Florida. Los chicos bien del Jockey Club y El Progreso lo vieron chabacano, y quemaron la carpa. Brown no era un anarquista, defendía a Mitre y a Sarmiento, pero ellos pensaban, seguramente, que la carpa se iba a llenar de negros. En nuestra obra, la mujer de Brown, Rosita, lidera todo el planteo de la historia revisionada. Recurrimos al clown. Por eso, todo esto se hace con humor, canto y una orquesta en vivo. Muchos de nuestros próceres quedan en paños menores: mostramos lo que está detrás de ellos. Volvemos al siglo XIX y quedan expuestas constancias que siguen existiendo, como la lucha entre lo popular y los niños bien, que hoy tiene otros nombres y siglas.
–¿Cuál fue el método de trabajo de la obra?
–Improvisamos a partir de elementos históricos. Jugamos con todos los episodios, jugamos con el Himno, parodiando muchas cosas: a algunos les parecerá una falta de respeto. Pero la historia viva es mucho más interesante que las estatuas... después de trabajar bastante tiempo con improvisaciones, nos sentamos a pensar la dramaturgia con Ricardo Talento y, durante un período, con Orlando Cajamarca. Le dimos forma al primer esquema de improvisaciones, que incluía escenas cronológicas ligadas a la historia. Luego volvimos a trabajar con elenco, se ajustó, se descartaron cosas y surgieron otras.
–¿Cómo se hace para dirigir a 80 artistas? Debe ser una locura... se ve complicado desde afuera.
–¡Después de treinta años ya estoy acostumbrado! En el primer espectáculo ya éramos 70. Funcionamos como las familias grandes. En los grupos chicos a veces hay líos y terminás llamando a un psicólogo. Acá, los melones se van acomodando en el carro. El mismo grupo crea sus reglas. Se ensaya durante mucho tiempo, dos veces por semana, la última semana todos los días. Lo lúdico también está en los ensayos. Son un lugar de encuentro y pertenencia, aprovechamos todo a favor del espectáculo. Llegan, se besan, hay que esperar media hora para que se saluden todos... eso implica un clima de trabajo que se usa a favor.
–La crítica hizo hincapié en la variedad de lenguajes de Carpa quemada. Lenguajes que hacen a un clima de fiesta, a veces para una alusión a acontecimientos álgidos.
–No creemos que haya que tener un estilo. Hay que utilizar los lenguajes necesarios para contar lo que queremos. No usamos actores para los próceres, trabajamos con títeres, ya que es difícil crear esos personajes en carne y hueso. Las canciones nos permiten síntesis conceptuales. Nos interesan la memoria, la identidad y la celebración. La fiesta popular. Por eso tenemos una carpa gastronómica, con parrilla: está en toda celebración en la Argentina o de nuestros ancestros, los tanos y los gallegos. Y otra cosa importante es crear el marco para que el espectador que quiera pasar a ser creador tenga esa posibilidad. A partir de la “superprofesionalización” ha quedado lejos algo que siempre estuvo, en los anarquistas, en las murgas y clubes. Por más que muchas veces en esos círculos imitaban, en alguna medida, la cultura dominante teatral del centro, eran los barrios los que se juntaban alrededor del teatro. Había teatros comunitarios en todos los lugares. Ahora no hay una imitación del centro: se crea a partir del barrio.
Fuente: Página 12
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