Alegría con espíritu comunitario
Unos ochocientos chicos en escena, junto a veinte adultos que, además de actuar con ellos, durante la semana son sus profesores, protagonizan La niña y la Luna, el flamante espectáculo del programa La Huella del Sur. Se trata de una puesta excepcional por varios motivos: por la calidad de su contenido como show, por las sorprendentes actuaciones de los intérpretes, por el gran despliegue escénico y de puesta que implica montar una obra con una cantidad tan grande de actores, y también por el trabajo de formación que hay detrás de este espectáculo.
Todos estos pequeños actores y actrices forman parte del programa La Huella del Sur, que el Ministerio de Cultura de la Nación lleva adelante en diecisiete sedes de diferentes barrios y localidades, en lo que es un sólido proyecto que apunta tanto al desarrollo artístico como social y territorial. El escenario del Galpón Catalinas Sur, en el barrio de La Boca, resulta ideal para una propuesta de estas características, tan afín al espíritu del teatro comunitario. Allí hoy y el próximo domingo a las 16.30, chicos y grandes podrán ver La niña y la Luna con entrada gratuita (ver aparte).
Para el público, la experiencia pertenece al orden de los espectáculos “ATP”, aunque por su horario vespertino y por la identificación que se genera con los actores, los chicos son receptores privilegiados. “Partimos de una puesta muy parecida al teatro callejero: no hay cuarta pared, no hay una convención teatral que delimite el espacio escénico, el propio dispositivo permite que la comunicación con el público sea constante y desde diferentes lugares”, marca Luciano Burgos, uno de los directores del espectáculo, junto con Juliana Corazzina. “Desde la música, la danza, la dinámica de la puesta, con los chicos todo el tiempo en escena, rotando entre ellos los personajes, todo está dado para esta comunicación especial que tiene el teatro comunitario”, describe.
Con música y canciones en vivo, actuación y circo, La niña y la Luna narra las peripecias de Beto y su hermana Matilda, a quien nada parece alegrarla. Una tras otra van desfilando ideas para despertarle una sonrisa: una desopilante troupe de payasos, con rutinas que van del viejo circo criollo hasta el clown, un nutrido grupo de percusionistas, a todo ritmo con diferentes objetos y con sus propios cuerpos. Nada funciona, hasta que Matilda puede contar lo que quiere, lo que aliviaría su tristeza: ella quiere tener la luna. Entonces Beto y sus amigos deciden ir a buscarla. Claro que parecen haber olvidado preguntarle cuál es esa luna que tanto anhela.
El programa La Huella del Sur ya planea un próximo espectáculo, que sumará el trabajo que el programa comenzó a realizar con adultos mayores. Y sigue apuntando a la inclusión social de niños que cursan la escuela primaria en zonas vulnerables, desarrollando este intenso y rico trabajo artístico con los chicos, y priorizando las relaciones con el barrio y la comunidad. Parte de todo ese maravilloso trabajo se refleja en La niña y laLuna.
En este emocionante espectáculo se puede comprobar el alto nivel de la artístico alcanzado en el desarrollo del programa La Huella del Sur (que nació en 2013 con el nombre de La Colmena del Sur, y luego fue rebautizado). Y también se puede tomar dimensión de otro aspecto implícito: el alcance social del trabajo continuo y sostenido en las diferentes sedes: en Villa Ilaza (Lanús), Villa Independencia (Lanús Este), William Morris (Hurlingham), en el Barrio Ejército de los Andes de Ciudadela, en el Barrio Mitre, en la Villa 1-11-14, en Ciudad Oculta, en la Villa 21-24 y Barrio San Blas (Barracas), en Fátima, Dolores, Mercedes, Capitán Sarmiento, José León Suárez, también en La Boca, en coproducción con la Compañía Catalinas Sur, y en el Ecunhi, ubicado en la ex ESMA. En todos estos lugares se forman chicos de entre 5 y 15 años en música, teatro, circo, malabares, acrobacias, percusión. Parte del resultado de todo ese trabajo, llevado a una gran puesta, se pone de manifiesto en La niña y la Luna, que reúne elencos de las diferentes sedes, y que incorpora en su argumento las diferentes disciplinas.
Para el público, la experiencia pertenece al orden de los espectáculos “ATP”, aunque por su horario vespertino y por la identificación que se genera con los actores, los chicos son receptores privilegiados. “Partimos de una puesta muy parecida al teatro callejero: no hay cuarta pared, no hay una convención teatral que delimite el espacio escénico, el propio dispositivo permite que la comunicación con el público sea constante y desde diferentes lugares”, marca Luciano Burgos, uno de los directores del espectáculo, junto con Juliana Corazzina. “Desde la música, la danza, la dinámica de la puesta, con los chicos todo el tiempo en escena, rotando entre ellos los personajes, todo está dado para esta comunicación especial que tiene el teatro comunitario”, describe.
Con música y canciones en vivo, actuación y circo, La niña y la Luna narra las peripecias de Beto y su hermana Matilda, a quien nada parece alegrarla. Una tras otra van desfilando ideas para despertarle una sonrisa: una desopilante troupe de payasos, con rutinas que van del viejo circo criollo hasta el clown, un nutrido grupo de percusionistas, a todo ritmo con diferentes objetos y con sus propios cuerpos. Nada funciona, hasta que Matilda puede contar lo que quiere, lo que aliviaría su tristeza: ella quiere tener la luna. Entonces Beto y sus amigos deciden ir a buscarla. Claro que parecen haber olvidado preguntarle cuál es esa luna que tanto anhela.
El programa La Huella del Sur ya planea un próximo espectáculo, que sumará el trabajo que el programa comenzó a realizar con adultos mayores. Y sigue apuntando a la inclusión social de niños que cursan la escuela primaria en zonas vulnerables, desarrollando este intenso y rico trabajo artístico con los chicos, y priorizando las relaciones con el barrio y la comunidad. Parte de todo ese maravilloso trabajo se refleja en La niña y laLuna.
Fuente: Página 12
Link: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/11-37160-2015-11-08.html
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